Las estancias de la República Argentina forman parte de nuestro patrimonio cultural y, sobre todo, de nuestro patrimonio arquitectónico.
Estas espléndidas construcciones se enmarcan en los más diversos estilos y son el resultado de la mezcla de tradiciones criollas y europeas, presentes en sus galerías, sus ventanales, sus interiores ambientados con lujoso mobiliario y en el diseño de sus parques y jardines.
Alcanzaron su apogeo en las primeras décadas del siglo XX.
Fueron residencia de algunas de las familias más importantes de nuestro país y símbolo del progreso y del desarrollo del territorio argentino.
En la actualidad, muchas de ellas combinan su actividad primaria con el desarrollo turístico.
Las que aquí mostramos fueron pintadas por el artista plástico Daniel Salaverria, quien ha sabido plasmar su belleza, el encanto que las rodea y la tradición que guardan.
Estancias El Rosario del Monte - San Miguel del Monte
Estancia El Rosario del Monte - San Miguel del Monte
La Estancia
Una estancia es un espacio rural que cuenta con una gran extensión de tierra, generalmente destinada a la agricultura, a la ganadería, o a ambas actividades.
Este sistema de propiedad tiene su origen en España y más tarde se trasladará a América durante la expansión colonial.
La estancia cuenta con un establecimiento central denominado casco, en el que se encuentran la vivienda principal, de importante valor arquitectónico, y otras edificaciones menores, como establos, silos, etc., destinados a la labor en el campo.
La característica saliente de la estancia es que, a diferencia de otros establecimientos rurales, se encuentra en lugares de planicie o llanura.
En América del Sur, tras la independencia de España, la estancia fue la forma usual de organizar y asignar territorios.
La primeras estancias eran caseríos rudimentarios, con techo de paja y paredes de adobe que, lentamente, fueron evolucionando hacia una arquitectura de tipo colonial.
El año 1880, con la culminación de la Campaña del Desierto realizada por Julio Argentino Roca, marcará el comienzo de la expansión y producción agrícola-ganadera y, en solo un par de décadas, un buen número de estancieros se convertirán en verdaderos potentados.
La mayoría de los cascos más importantes en nuestro país, se levantaron a partir de la segunda mitad del silgo XIX. Durante los cien años que siguieron, se erigieron construcciones que tomaron como modelo al Palacio San José de la provincia de Entre Ríos, pasando por los chalets ingleses y neocoloniales de los años cuarenta del siglo XX.
Estancia Huetel - 25 de Mayo
Durante esos años, solamente en la provincia de Buenos Aires, se construyeron más de cuatrocientos cascos importantes.
Los nombres de Antonio Obligado, Pedro Luro y Ramón Santamarina son ejemplo de progreso. Hombres que fueron poblando de ganado las planicies, sembrando, plantando árboles y comunicando el campo con la ciudad.
La condición de nuevo rico de los estancieros, se verá reflejada en la arquitectura.
Las sencillas construcciones se remodelarán; en algunos casos, conservando los muros originales; en otros, agregándoles nuevas fachadas que seguirán las modas europeas.
Hacia fines del siglo XIX las molduras y balaustradas del barroco italiano serán las preferidas.
Los comienzos del siglo XX mostrarán una preferencia por lo francés, y más tarde, una inclinación hacia los estilos españoles, ingleses y normandos.
A veces, se emprendía la construcción de un edificio nuevo, dejando los antiguos cascos para las áreas de servicio. Con mucha frecuencia, estas nuevas edificaciones eran de gran importancia, inspiradas en castillos y palacios europeos.
Estancia La Argentina - San Andrés de Giles
Estancia La Candela - Lobos
Con el tiempo, las construcciones fueron inscribiéndose en una planta con forma de U, con un patio interior, una galería orientada hacia el parque y una torre sobre el eje central, definiendo así, una tipología más criolla.
Las estancias, que en un principio eran simples puestos de trabajo, se convirtieron en un asentamiento familiar, adquiriendo una gran importancia social y política, ya que en muchas de ellas se daba cita la clase dirigente del país.
En la actualidad, el fraccionamiento de los campos, como consecuencia de la herencia, hizo que estos grandes cascos quedaran gobernando muy pocas hectáreas. Los elevados costos de mantenimiento, sumados a una producción agrícola-ganadera reducida, hicieron que muchas de estas estancias orientaran también sus actividades hacia el turismo.
Muchas de ellas, reciben y hospedan turistas de todas partes del mundo y ofrecen diferentes servicios a sus visitantes.
Estancia La Figura - Cañuelas
Estancia La Figura - Cañuelas
Estancia La Porteña - San Antonio de Areco
Estancia La Porteña - San Antonio de Areco
Las marcas de ganado
La marca es un dibujo, diseño o signo que se imprime a hierro candente sobre el animal.
El ganado vacuno es marcado en el cuarto posterior o en la quijada, siempre del lado izquierdo.
Su dimensión máxima es de diez centímetros y la mínima de siete.
La práctica de marcar a los animales se remonta a la Edad Media española; en los Beatos hispanos aparecen marcas dibujadas en las ancas.
En época de los Reyes Católicos, 1499, se dicta una legislación que obliga a marcar, herrar y señalar al ganado.
La marca debe ser registrada.
En la legislación nacional, la marca se concede por el término de diez años y puede renovarse.
En nuestro territorio, las marcas se han utilizado desde la colonia. Los Cabildos coloniales obligaban al uso de marcas para hacer valer la propiedad del ganado.
Antecedentes del uso de marcas constan en actas de los Cabildos de Santa Fe en 1577, y en el de Córdoba en 1585.
En Buenos Aires, en 1606, se prohibía matar o vender ganado sin marcar. En 1609, el Cabildo de esta ciudad crea una oficina de registro de marcas y un año después, Manuel Rodríguez registra la primera marca para ganado, un dibujo que consistía en dos báculos cruzados.
En esos tiempos, la marca era de suma importancia, debido a que consistía en la única manera de probar la propiedad de la hacienda de los estancieros.
Estancia La Ventana - Tornquist
Estancia La Ventana - Tornquist
Cabe destacar que las Estancias contaban con superficies que alcanzaban los miles de hectáreas, que el alambrado comienza a utilizarse recién a fines del siglo XIX y que el abigeato era usual. En este contexto, se entiende por qué la marca cumple una función importante.
Con el correr del tiempo, aquello que fuera una necesidad, se convirtió en un blasón ganadero, distinción de los ganados y orgullo de los propietarios.
Estas marcas se multiplican y adoptan las más diversas formas: instrumentos de labranza, iniciales de nombres y apellidos, pájaros, motivos vegetales, atributos de culto, símbolos patrióticos, o raras combinaciones de curvas y rectas.
Textos:Walter Nüñez
Estancia Los Talas - Dolores
Estancia Miraflores - Maipú
Estancia Montiel - Tandil
Estancia Santa Rita - Lobos
Estancia Villa Raquel - Castelli
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